viernes, 24 de mayo de 2013

Renovarse o morir

     Ya lo dice el dicho "Renovarse o morir". Así que olvídate de la pereza y si tienes una prenda que no usas porque ya no te gusta o se ha quedado un poco desfasada, prueba a ¡reinventarla! No importa que la primera vez no te salga bien, total, ya no la ibas a usar e iba a acabar en el contenedor de reciclaje de ropa. Además, a no ser que tengas un talento innato para ello, al principio te costará un poquito. Y yo soy la primera que tengo picotazos en los dedos... Si ya lo decía mi abuela, "costurera sin dedal, cose poco y cose mal", pero bueno, ¡por eso hay que echarle ganas extras e imaginación!
     Esta vez he cubierto una cartera roja de hace miles de años con unos retales de tela que tenía por casa de un disfraz. Me han venido de perlas que fueran doradas, puesto que está de moda brillar, así que... ¡¡vamos a darle un poco de brillo!!
     Lo primero que hay que hacer es elegir la tela, obviamente, y hacerse una idea de cómo se quiere la cartera entre las combinaciones posibles. Una vez lo tengas... manos a la obra.
     Recorta la tela con la forma del bolso y cóselas por partes. (Yo el interior y la cremallera las dejé igual). Cosí primero el forro del sobre y luego el exterior, para facilitar la tarea, eché cola blanca en la cartera roja y pegue la tela, dejando sin pegar el trozo que va cosido e hice el agujero para dejar por fuera el imán. Lo hice con las tijeras y un mechero para quemar los bordes para que no se deshilachara. Es mejor dejar el hueco algo más pequeño, para que se ajuste mejor.
     Para el resto de la cartera, pegué a la tela una entretela con la plancha, para darle rigidez y para que la cola no dejara marcas en ella. Una vez seca, cosí el forro al bode de la cremallera interior y los laterales.
     Añadí unas argollas hechas con la tela para enganchar las cadenas al interior del bolso... et voilà!



¡Espero que les haya gustado y lo pongan en práctica!

martes, 14 de mayo de 2013

Érase una vez...

     Era un día de verano con una fuerte tormenta, pero aún así hacía calor. Aunque de todas maneras, mi abuela no nos dejaría salir a jugar al patio. Las tardes de lluvia eran para quedarse en casa y esperar a que pasara la tormenta.
    Aburridos de jugar al parchís y las cartas, mis hermanos y yo decidimos que era hora de pasar a la acción y no hay nada mas emocionante ¡que jugar al escondite! Con sigilo subí las escaleras que llevaban al desván y entre muebles viejos, mucho polvo y periódicos de hace décadas encontré el baúl, perfecto para esconderme y que estuviesen un buen rato buscándome. 
    En realidad, me encontraron muy rápido porque menudo tinglado el que armé, sacando pañuelos, vestidos, bolsos, zapatos... ¡de todo! 

   Pues bien, así os doy la bienvenida a mi pequeño rincón, donde entre miles de retales e historias os iré contando las cosas que he ido encontrando en este baúl.